GOOD MORNING, GOOD EVENING, GOOD NIGHT....

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Anoche tuve un sueño filosófico, como siempre ligado a la muerte y a esas cosas mágicas que tienen mis sueños en los que estoy en situaciones límites y eventualmente tendría que morir pero no me resulta. El sueño de anoche tuvo mucho que ver con esta idea que anda dando vueltas en la que uno piensa que la muerte tiene un precio, no cualquiera se muere por morirse.... digamos, de guapo. La muerte viene porque tiene que venir, no porque uno la llame. Pero... ¿por qué viene la muerte cuando a ella se le da la gana? Y efectivamente uno tiende a pensar de que es por algo... (o será mi manía de pensar de que todo tiene que tener un por qué...) Es así como con esta incertidumbre se me ocurrió lo siguiente:
Efectivamente, la muerte tenía un precio. Pero su precio era exageradamente elevado para los bolsillos de la gente de a pie. Sabía que con este precio nadie la contrataría, pero es que no se podía ofrecer a un precio menor, el precio que tenía era el precio justo para sus servicios.
Así pues, los años pasaban y nadie la contrataba. La muerte se sentía triste y abatida, ya no sabía como ofrecerse, como venderse, el marketing nunca había sido su fuerte, lo unico que había conseguido hasta la fecha era perder mucho dinero con la publicidad, publicidad que no le había servido para nada, y es que era dificil ofrecerse al público en general para luego, una vez conseguido el cliente, facilitarle el precio y ver como huía aterrorizado.
Pero precisamente esto le abrío los ojos, tuvo una idea genial. Dado que igualmente nadie la contrataba, para que iba a seguir perdiendo el dinero en publicidad. Así pues, dejó la publicidad, se enfundó una mortaja negra de su viejo padre, se puso una máscara esqueletica de su época de carnavales y cogió la guadaña que aún guardaba de su vieja madre. La transformación estaba hecha, ya no necesitaria anunciarse, porque ella misma sería su propio anuncio. A partir de ese momento dejó de querer venderse, y pasó directamente a aterrorizar a los simples mortales. Tenía sus inconvenientes, no tendría horarios, probablemente no podría dejar nunca este trabajo y, eso era seguro, no se ganaría la vida, pero a fin de cuentas para que ganarse la vida si era la muerte.
Y así es como la muerte dejó de tener precio, por eso siempre se dice que la muerte "tenía" un precio.