"DEDICADO a los pecados de la juventud, al desorden de principios como medio en la universal era del universal desencanto y a la absoluta rebelión frente a la totalidad de la simpleza, así como a la libertad en sí misma..."Alfred Jarry

vendredi, septembre 29, 2006



Tarde de Enero, decidimos bajar del auto para estirar los pies y comprar unos dulces home made en la ruta que une El Bolsón, El Hoyo y esa radio pueblerina en la cual uno termina siendo invitado a cuanta fiesta exista por esos lares. No hacía frio, pero sí corria un viento terrible, tal lo era que la gente de vialidad había tomado sus recaudos al respecto e informaba a lo largo del trayecto recorrido de la presencia de aquella violenta masa de aire. Pero, desafortunadamente no todos eran capaces de percibir dicha advertencia, al menos Tony no lo era.
Volando alegremente entre las flores del sur, se encontraba él; un abejorro de aproximadamente 5 cm de largo, con su prominente pancita rayada negra y amarilla. Sus ojos eran bastante vivarachos, y transmitía una mirada cálida a través de ellos. Sus fuertes alas iban avisando a cualquier depredador que él se encontraba allí, pero listo para desafiarlos con su aguijón, el que sólo utilizaba en caso de extrema necesidad. Era un ser adorado por su comunidad, tanto, que era el preferido de la reina. Siempre había colaborado intensamente con la colmena y, desde pequeño, su padre lo había formado como uno de los mejores voladores recolectores del panal.
Esa tarde de Enero, Tony también percibió el aroma de los dulces home made de la señora Hilda, y no tuvo mejor idea de ir a dar una vuelta a ver si encontraba aquel jarabe provechoso para llevar a la colmena. Mientras que cargábamos una caja de frascos en el baúl, Tony se escabulló como un polizón en misión secreta.
A los pocos kilómetros advertimos que había algo en el baúl que hacía mucho ruido. Un zumbido desesperado parecía provenir de las entrañas de la oscuridad. Era Tony, quien seguramente se estaba asfixiando e imposibilitado de mover sus alas, zumbaba para pedir auxilio. Por lo que procedimos a detenernos al tiempo que sentíamos como el auto se bamboleaba de un lado al otro. Eran esos violentos vientos cruzados. Nacho, se animó a abrir la puerta, mientras cada uno de nosotros rezaba un padre nuestro para que el viento no se la llevase con él. Pero, al sacar una pierna para depositarla en el piso, casi es arrastrado por la corriente aérea.
Finalmente decidimos bajarnos todos al mismo tiempo, para ver si la masa de aire no se daba cuenta de los cambios macroscópicos, y procedimos a abrir el baúl y a sacar nuestro equipaje del mismo con mucho cuidado de que nada se volara. Y allí estaba él, en un rincon, entre la goma de auxilio y el matafuegos. Con sus grandes ojos llorosos y su barriga rayada, esperando la libertad. La obtuvo, sí. Pero el viento fue más fuerte que sus alas y lo desarraigó completamente del baúl y de su comunidad.
Esta mañana vino a visitarme uno como él. Lo encontré bebiendo el néctar porteño de mis alegrías del hogar, el cual, por supuesto, no es el mismo que el del sur, donde el aire es puro gracias a esos vientos violentos. Y mientras que se encontraba concentrado en su tarea, hizo un alto para mirarme a los ojos, tal como lo hizo Tony aquella tarde.

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