"DEDICADO a los pecados de la juventud, al desorden de principios como medio en la universal era del universal desencanto y a la absoluta rebelión frente a la totalidad de la simpleza, así como a la libertad en sí misma..."Alfred Jarry

mardi, avril 24, 2007

HOW TO BE A NICE HOUSEWIFE????
Cosa odiosa es el itinerario semanal de salir a comprar cosas para la casa, aquel típico ir al supermercado los fines de semana para comprar lo necesario para todo el mes debería ser vedado de por vida. Es odioso salir por el barrio un sábado al mediodía para intentar conseguir los ingredientes necesarios para hacer un menjunje para comer un domingo a la noche y, a la vez, evitar caer en el diabólico supermercado con sus mortíferas colas llenas de gordos a changos rebalsados. El recorrido comienza entonces por el almacén de los chinos, en cuya entrada esta siempre EL CHINO vigilando que nadie se lleve algo sin pagar. Lo aborrecible de esos locales es que, en principio, el precio de los productos en góndola nunca está o, si está, están todos los precios de los demás productos menos el del que uno quiere llevar. Esto, a su vez, trae aparejado que cuando uno llega a la caja sea astutamente estafado por el chino cuya boca con olor a ajo recien mascado susurra seductoramente un "die peso, linda", y que, luego, cuando uno sale e inspecciona la bolsita para ver qué cuernos es lo que salió tan caro se percata de que a penas lleva un paquete de galletitas Mayco y alguna que otra cosita muy lejos de ser caviar. Ni bien se sale de allí, es conveniente dirijirse a la carnicería que queda a la vuelta. En la parte delantera del local encontramos el sector verdulería, con su correspondiente verdulero con uñas mugrientas, a la derecha el sector parrilla con su maestro asador y, pegadito no más, esta el stand donde desfilan las carnes, los cortes de ternerita, cuelgan los choricitos, las morcillitas y los chinchus. A decir verdad no habría que quejarnos del carnicero, un ser tan pulcro..., cualquiera pensaría que es un cirujano mayor. Con su barbijo blanco inmaculado, sus guantes de latex y su gorra ensaya el movimiento de muñeca que, con astucia, dirije el cuchillo para cortar la porción de carne que le pedimos. Pero de quien sí hay que quejarse, es de la señora mayor que está atrás nuestro resoplando porque opina que los cortes "baratos" le corresponden y no está de acuerdo en que agreguemos a nuestra compra un pedacito de osobuco para el locro otoñal.