"DEDICADO a los pecados de la juventud, al desorden de principios como medio en la universal era del universal desencanto y a la absoluta rebelión frente a la totalidad de la simpleza, así como a la libertad en sí misma..."Alfred Jarry

mardi, avril 24, 2007

Si Descartes lo dijo...

Hace un par de siglos atrás, justo en la época de la inquisición, Descartes no tuvo mejor idea que sentarse a filosofar y para no correr con la misma suerte que Galileo Galilei, intentó ir justificándose a medida que escribía el Discurso del Método. Párrafo a párrafo se leen frases como: "Para mi... esto es así, aunque puede que no lo sea...", "A mí me sirvió pensar que... aunque puedo estar equivocado..."; lo que nunca pensó, seguramente, fue que le iba a salir el tiro por la culata y este tratado iba a encender las luces del resto de los mortales iniciando así el proceso de secularización de la filosofía.
Entre tantas cosas que dijo, su máxima fue el famoso Cogito, ergo sum (Pienso, existo) pero, como sabía que se estaba metiendo en un tema escabroso al preguntarse qué era la verdad -si la divina validez o la Verdad-, le dejó picando la pregunta a sus sucesores y termina su tratado en una operación malabarística diciendo que dado que el hombre no es perfecto, debe haber alguien que evita que un mal genio nos conduzca por las oscuras sendas de la ignorancia, y quién podría ser sino aquel Dios bueno que nos da la existencia y nos ilumina el sendero del conocimiento.
Justificada la existencia de Dios, se siguió así por siglos justificandose la divina intervención, pues, a decir verdad, siempre necesitamos echarle la culpa a otro de nuestros humanos ho(e)rrores.